martes, 21 de febrero de 2012

La vieja estación ya tiene mejor cara. Miranda (Álava)

Nuevo 'look' tras años de abandono y un destino aún sin precisar. El antiguo edificio de taquillas de la estación ferroviaria ha entrado de lleno en la última fase de un proceso de restauración realizado sin interrupciones, conforme a calendario, y en menos de siete meses. Tejado y fachadas han descubierto hace apenas unos días su nueva imagen tras la retirada de los andamios; las nuevas cristaleras se han colocado ya en la planta superior y permanece acordonado el nivel más bajo a la espera de la colocación de las puertas de acceso. Ya es una cuestión de remates. Porque el inmueble luce en un entorno completamente nuevo, el de la plaza de la Estación.
La Estación de Ferrocarril de Segunda Clase es la única que ha logrado la cobertura de los fondos del 1% Cultural en esta ciudad en la última década. Se han destinado a su recuperación 550.462 euros y el periodo pactado en contrato para la entrega de la obra se estableció en los diez meses. Considerado como una de las piezas singulares del pasado ferroviario de Miranda, estará completamente terminado para la fecha central del año en el que se conmemorará el 150 aniversario de la salida del primer tren desde esta ciudad. El 13 de abril de 1862, partió un convoy -arrastrado entonces por una máquina de vapor- que cubrió los 74,7 kilómetros que separan Miranda de Olazagutia.
El viejo centro de recepción de pasajeros es apenas un año posterior. Data del 1863 y hace seis años se incorporó a la lista de bienes patrimoniales de Miranda, con un nivel de protección estructural. La efeméride de ese primer tren, que el Ayuntamiento ha cogido ya como bandera para la promoción turística, se conmemorará durante todo el año. Lo que no está tan claro es que el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (Adif) decida a corto plazo el uso que pretende dar a un edificio que se atribuye al mismo ingeniero que que realizó la línea Tudela-Bilbao, Charles Vignoles, y que está considerado como uno de los impulsores más relevantes de la arquitectura ferroviaria.
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El pasado 2 de noviembre, con motivo de la firma entre el Adif y el Ayuntamiento del acuerdo de cesión por 20 años de la estación de autobuses, el presidente gestor de la empresa pública estatal, Antonio González Marín, fue incapaz de dar una respuesta concreta a la orientación que se buscaba para la estructura rehabilitada. En el pasado, además de albergar las taquillas, también fue utilizado como almacén. Pero parece lógico que la rehabilitación obligue a adoptarlo como elemento de uso público. El problema de la indefinición sería circunstancial si no llevase aparejada una segunda fase clave para darle vida: el equipamiento.
Ante la perspectiva de los recortes que se anuncian en multitud de campos, el futuro de la estación originaria no se presenta muy esperanzador. Otra cosa es que el aniversario espolee su puesta en marcha. Porque lo ya evidente es que no se empleará para el motivo que sirvió de hecho como argumento para recuperarlo: ser la puerta de entrada al andén de la Alta Velocidad en esta ciudad. En abril del pasado año ya se advirtió que por sus dimensiones no se descartaba que la vieja parada se quedase como una simple sala de espera para los pasajeros del AVE, pero comunicada por una área soterrada con el cuerpo central de la actual estación al que se anexaría un edificio nuevo para la expedición de billetes.
Había sobre la mesa, en cualquier caso, otras dos opciones más que lo aislaban considerablemente: ampliar la estación actual y levantar un nuevo edificio separado del resto de instalaciones, más próximo a la terminal de autobuses. Sería esta última la apuesta más clara por la intermodalidad, aunque la cercanía del cuerpo central de la estación del tren, el centro rehabilitado y las cocheras ya garantiza este rango a todo el complejo. Al edificio centenario le esperan, en definitiva, un uso alternativo.
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