La Junta de Castilla y León iniciará
en los próximos días una excavación arqueológica en las salinas de Villafáfila
dirigida a obtener nuevos hallazgos sobre su explotación prehistórica. La
empresa Aratikos Arqueólogos S. L será la encargada de iniciar los trabajos en
los próximos días, que cuentan con un presupuesto de 65.000 euros.
La investigación se centrará en Molino
Sanchón, un enclave ubicado a poca distancia de la localidad de Villafáfila
donde se encuentra la explotación de sal más antigua descubierta en la zona,
datada entre los años 2300 y 2000 antes de Cristo. Precisamente, su mayor
antigüedad ha sido una de las principales razones tenidas en cuenta para
retomar los trabajos de investigación en este yacimiento, al igual que la
especial presencia de cerámicas campaniformes que forman parte del registro. A
mayores, una de las pretensiones de la excavación es resolver definitivamente
el comportamiento estratigráfico reconocido en la campaña anterior con la
intención de definir con claridad las dos fases culturales detectadas y un
posible cambio en la tecnología entre una y otra.
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La posibilidad de hallar restos
funerarios vinculados a este momento es, por otro lado, un aliciente más a la
hora de abordar los nuevos trabajos, según especifica el arqueólogo Ángel L.
Palomino, que dirigirá la prospección junto a Francisco Javier Abarquero Moras,
ambos de la empresa Aratikos Arqueólogos.
La anterior excavación llevada a cabo
en este enclave sirvió para comprobar la existencia de profundos pozos de
captación de agua salada que fueron luego sellados de forma ritual lanzando a
su interior grandes vasijas ricamente decoradas con motivos incisos. También se
localizaron restos de los niveles de cocedero llenos de ceniza y de fragmentos
cerámicos en los que aún se disponían unas curiosas peanas de barro que
soportaban los recipientes con la salmuera y un nivel superior con balsas de
decantación o de filtrado de sedimentos que formaban parte del preparado de la
citada salmuera.
La presencia de cerámicas
campaniformes mezcladas con los restos de la factoría ha llevado a pensar a los
arqueólogos que sus poseedores, una destacada élite de la sociedad de entonces,
eran precisamente los verdaderos propietarios de las instalaciones, así como
que utilizaban tan llamativos recipientes para sacralizar una actividad que no
estaba exenta de cierto carácter mágico al proceder a transformar el agua en un
producto de elevadísima estima para la época.
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