Autor: El investigador José Huguet
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El investigador valenciano José Huguet ha recopilado en «La
plaza del Ayuntamiento 1890-1962» imágenes de la evolución de este discutido
espacio urbano de Valencia que lleva más de un siglo, en concreto 122 años, en
busca de un diseño urbanístico definitivo. Este reportaje es un avance del
libro que muestra imágenes poco conocidas y algunas inéditas de la plaza mayor
de Valencia.
La publicación llega en un momento en el que se ha reabierto por
enésima vez y a cuenta, en esta ocasión, de los comerciantes del centro urbano
el debate sobre los usos de la plaza, un espacio para muchos infrautilizado y
supeditado a las fallas. En la del ayuntamiento como en otras muchas plazas de
la ciudad pesa más la elección de un pavimento que soporte la «mascletà» y la
«cremà» que poner árboles y bancos para el disfrute ciudadano.
La última intervención realizada hasta ahora en este transitado espacio, no fue más allá de la repavimentación y la renovación de los puestos de flores. El aparcamiento que se proyectó durante el gobierno de Rita Barberá quedó olvidado en el cajón por la polémica surgida ante la eventual aparición de los restos del convento de San Francisco.
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La actual plaza del Ayuntamiento empezó a ser centro neurálgico de la ciudad
cuando en 1891 se derribó el convento de San Francisco, un imponente edificio
construido en el siglo XIII que años atrás, con la desamortización de
Mendizabal, había perdido su uso monástico.
El ayuntamiento, que en 1854 se había instalado ya en el entorno
del convento, en concreto, en la antigua Casa de la Enseñanza de la calle
Arzobispo Mayoral empezó a buscar proyectos para acondicionar el enorme solar
vacío que quedó tras el derribo del cenobio y de la vecina cofradía de los
Genoveses, sobre cuyo solar se empezó a construir en 1906 la fachada del nuevo
ayuntamiento, una obra que no concluyó hasta 1930 por los parones en las obras.
Las fotografías recopiladas por Huguet dan idea del erial que
dejó el derribo del convento de San Francisco, donde en 1899 se construyó un
parque arbolado con un pequeño estanque artificial. La plaza de San Francisco
pasó a llamarse entoces de Emilio Castelar, nombre que perduró hasta el final
de la Guerra Civil, cuando pasó a llamarse plaza del Caudillo.
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En la calle Ribera, donde más tarde se levantaron el edificio de
Telefónica y el de La Equitativa estaba entonces la estación del ferrocarril
„la actual estación de Norte no se construyó hasta 1917„. La plaza del
ayuntamiento (Castelar) albergó en aquellos años eventos multitudinarios como
la Feria de Navidad. El Plan de Reforma Interior de 1910 del arquitecto
municipal Federico Aymamí trazó las líneas de lo que sería la actual fisonomía
en forma de triángulo irregular de la plaza. La plaza se ensanchó a costa de
una nueva tanda de derribos a ambos lados de la misma que se extendían hasta la
Bajada de San Francisco. El plan de reforma, que obedecía a una visión
higienista, de aireación y apertura de avenidas y calles anchas, empezó a
ejecutarse unos años antes del Gobierno de la II República (1931-1939).
Acera borbónica y republicana
El veterano arquitecto recientemente fallecido Juan José
Estellés aseguraba que en la plaza del Ayuntamiento «una acera era borbónica y
la otra era republicana», según rememora el arquitecto Vicente González
Móstoles. El lado oeste fue el primero que se derribó y reconstruyó en su caso
durante la etapa del gobierno conservador. Se caracteriza por una arquitectura
historicista que seguía el modelo de la madrileña Gran Vía. La acera este, en
cambio, se hizo durante el gobierno republicano y sus edificios seguían las
directrices del racionalismo. Como ejemplos quedan el hotel Londres, hoy en
desuso, la Casa de la Música y el Rialto.
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La «tortada»
De la plaza de San Francisco sólo se salvaron dos edificios de
1900,pero acabaron derribándose en 1960 para dar paso a un edificio moderno y
acristalado que ocupa el chaflán de la calle Barcas. Desaparecieron entonces el
barrio de Pescadores, una especie de barrio chino foco de degradación y
prostitución, y edificios como el Palacio de la Jura Real y el Ateneo
Mercantil.
El diseño de 1928 de Javier Goerlich para la plaza del
Ayuntamiento supuso una revolución. El arquitecto diseñó una plaza sobreelevada
casi cinco metros que separaba y daba prioridad al peatón sobre el tráfico
rodado y que habilitaba un espacio subterráneo para el mercado de las flores.
La plaza de Goerlich fue bautizada como «la tortada» y apenas duró 30 años
años. Bajo mandato de Rincón de Arellano, en 1961, fue derribada. Entre los
argumentos, quelas floristas no estaban a gusto en mercado subterráneo, cuyo
tragaluz con balaustrada era conocido irónicamente como «la escupidera».
Tras el derribo de esta plaza, que sigue suscitando nostalgia,
se construyó una plaza de obra dura que durante años funcionó como aparcamiento
y que se reurbanizó en 2003 para reordenar los puestos de flores, plantar
árboles y repavimentar.
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