La falta de euros amenaza con destruir
los cimientos que sirvieron para construir la sociedad de la zona rural de
Piloña. La ausencia de un mantenimiento a lo largo de los años, así como la
imposibilidad de acometer grandes reformas por la crisis financiera municipal
ha provocado que al menos media docena de edificios públicos de diferentes
pueblos del concejo estén al borde del derrumbe.
Unos inmuebles que tienen una historia
en común, ya que durante algún periodo sirvieron como escuela para los niños de
sus respectivos pueblos. Si bien es cierto que en los últimos años se han
acometido reformas importantes en edificios de este tipo en localidades como
Borines, Antrialgo, Sieres o Villamayor, entre otros, son ejemplo de que la
recuperación del patrimonio local continúa siendo una asignatura pendiente a
día de hoy.
Claro ejemplo de ello es el edificio
de las antiguas escuelas de Lozana, en la parroquia de San Juan de Berbío. Tras
ser cerrado para el uso educativo pasó a ser gestionado por el consistorio y
años después fue utilizado como bar e incluso actualmente una de sus partes es
ocupada por una vivienda cuyo alquiler va a parar a las arcas públicas. A pesar
de la explotación de esa propiedad, ahora por los vecinos que lo utilizan como
local social, el edificio no recibió ningún tipo de mantenimiento durante
décadas y a comienzos de este mes el ayuntamiento lo clausuró de manera parcial
como medida de seguridad.
Una situación que un tiempo antes ya
vivieron otras localidades como Belonciu. En este pueblo, la conocida como casa
Vallín de los maestros ha sufrido un deterioro constante en los últimos 20
años, un daño que se ha acentuado desde hace casi dos cuando su estructura
comenzó a amenazar con desplomarse. Esto provocó la reacción de los habitantes
del pueblo, que vieron peligrar la integridad de los niños que pasean por la
zona a diario y al mismo tiempo reivindicaban la rehabilitación de la casa como
centro polivalente. Unas peticiones que tuvieron su resultado hace unas semanas
cuando el ayuntamiento anunció que destinaría las ayudas del Principado a obras
locales para, entre otras cosas, reparar el edificio en cuestión de meses.
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También existen otros casos en los que
estos edificios vivieron intentos de reparación, pero por una razón o por otra
estos se han quedado a medias. En este grupo podría incluirse la escuela de
Anayo. Se iniciaron los trabajos para su rehabilitación hace tres años, pero
las obras fueron paradas por el Ayuntamiento, que denunció incumplimiento por
parte de la empresa encargada de los mismos tanto en la calidad de los
materiales empleados como en el respeto al proyecto original. Un conflicto que
aún a día de hoy continúa pendiente del juzgado. Como más desafortunada se
podría calificar la historia de la escuela de San Miguel, la cual ya estaba
siendo reparada para crear cuatro viviendas sociales y varios locales públicos
cuando, de repente, uno de sus pilares cedió, provocando el hundimiento de
buena parte del edificio y encareciendo de una manera inasumible su presupuesto
de reparación.
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