Os presento este interesante artículo
y os recomiendo su lectura, trata sobre la amenaza que existe sobre la
profesión de Arquitectura por la Ley de Servicios Profesionales.
Autor: Anatxu Zabalbeascoa
“La
arquitectura es una forma pacífica de cambiar las cosas”. La de Antonio Jiménez
Torrecillas es una de las miles de definiciones que arquitectos como él,
sociólogos, historiadores o antropólogos han reunido en el libro Qué es
arquitectura para regalárselo al ministro de Economía, Luis de Guindos. Ese
obsequio-protesta nace ante la amenaza de la Ley de Servicios Profesionales
(LSP) que, de aprobarse, cedería capacidad para construir a cualquiera “con
competencias en edificación”, apunta ambiguamente el borrador legal del
ministerio.
Más
que la liberalización de los servicios, lo que recibe la oposición de los
53.000 arquitectos españoles es la redacción de una polémica propuesta, aún sin
ultimar, sobre la que el Ministerio de Economía no ha querido manifestarse pese
a los intentos de este diario. “El documento borrador confunde la Arquitectura
y la Ingeniería en territorios impropios”, señala Jordi Ludevid, presidente del
Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España. Y explica que un
edificio no es solo una estructura. “La LSP supondría una regresión en el
camino de la especialización profesional que el arquitecto español representa”,
señala.
“En
los documentos de trabajo sobre la ley que ha hecho públicos el Ministerio de
Economía y Competencia en ningún momento se menciona la palabra arquitectura, y
en alguno se mezclan arquitectura y construcción”, señalan Juan Antonio Sánchez
y Vicent Morales, que lideran la protesta desde la asociación No a la LSP.
Estos arquitectos consideran que se confunden conceptos clave “y reducen a un
mero trasvase de competencias profesionales la compleja industria creativa,
constructiva, urbana, cultural y social que es la arquitectura”.
“Un
profesional competente para realizar una edificación se entiende que también será
capaz de realizar otras, con independencia de su uso”, reza el borrador. Así,
quien hoy hace puentes podría hacer también viviendas. “Hacer arquitectura va
más allá de poner una viga sobre un pilar”, defiende Maite Borjabad, presidenta
durante el curso académico 2011-2012 del Consejo de Representantes de
Estudiantes de Arquitectura.
Ingenieros
y arquitectos llevan siglos trabajando juntos, sumando técnica a cultura
humanística, sin embargo, esa dimensión humanística se pierde cuando se
confunde la arquitectura y la construcción. Desaparece la aportación cultural y
la “protección del patrimonio histórico o la gestión del paisaje”, añade
Ludevic.
En
medio de este debate, el grueso del colectivo de arquitectos ha hecho
autocrítica. José María Echarte reconoce que “las salidas profesionales más
técnicas han sido durante años consideradas menores”. Eso llevó a un
“ensimismamiento peligroso en el que las cátedras de proyectos eran las
dominantes frente a las de estructuras”. Esa cesión de terreno a los ingenieros
ha ido en aumento. Así, está claro qué perderían los arquitectos si la ley se
aprobase: el reducto de competencias que les queda. También qué ganarían los
ingenieros (una formación dos por uno que les permitiría proyectar carreteras
y, a la vez, viviendas o museos).
¿Serían,
sin embargo, capaces de hacerlo? El borrador de ley supone que sí. Pero uno de
los ingenieros de caminos, canales y puertos más reputados de España, Julio
Martínez Calzón, considera que “la arquitectura está más capacitada para
construir lugares de concentración social, mientras que la ingeniería se ocupa
con soltura de la defensa de la acción telúrica: la protección frente al agua o
los vientos”. Ingeniero de proyectos como el Palau Sant Jordi de Barcelona,
señala que la arquitectura tiene un componente humanístico-social y la
ingeniería un carácter científico-técnico. Por eso argumenta que resultan
complementarias.
Juan
A. Santamera, presidente del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y
Puertos, habla en cambio de “incrementar la productividad de la economía,
introduciendo más competencia y transparencia”. Y asegura que con la LSP, “la
sociedad puede ganar con una economía más competitiva, siempre que se garantice
la seguridad y el valor del conocimiento”.
Esa
última palabra, el conocimiento, centra el debate entre ingenieros y
arquitectos mientras que el ministerio parece centrado “en una visión
exclusivamente neoliberal”, denuncia Borjabad. “En teoría, la ley no produce
víctimas. Cuando se liberaliza un sector, solo perecen los ineficientes que no
son capaces de adaptarse a la competencia”, esgrime Santamera. Borjabad
defiende en cambio que el económico no puede ser el principal criterio: “Los
ciudadanos perdemos cuando el criterio deja de ser la calidad y la
responsabilidad que es la arquitectura recae en manos del mejor postor”. De
aprobarse, “la nueva ley contemplaría necesidades mercantilistas por delante de
sociales y culturales”, sostiene Echarte. El temario común entre la formación
de arquitecto y la de ingeniero alcanza al 30%. ¿Qué sucede con los estudiantes
de arquitectura? ¿Verán mermado el ejercicio de su profesión? “En España ya
hemos cometido un enorme error con la mala gestión de la arquitectura y el urbanismo
en donde el ‘todo vale’ era la regla de juego. Seguir adelante con esta
propuesta de ley sería no haber aprendido nada de un error que le está pasando
factura a los ciudadanos”, opina Borjabad. Ludevid está de acuerdo: “Ningún
país ha hecho una ley así. Ningún país desestabiliza aquello que funciona bien.
La Arquitectura, en el mundo, habla español. ¿Acaso vamos tan sobrados como
para no proteger lo que tenemos?”.
El País
Totalmente en contra de la LSP, con tanto profesional dedicado a la arquitectura la competencia esta bien servida. Por último decir que, como arquitecto técnico, echo en falta más ruido, van camino de aprobar una ley que acabará con muchos profesionales y parece que no pasa nada.
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