Autor
de artículo:
Francisco José Borge Cordovilla- profesor de enseñanza secundaria e
investigador.
Francisco José ha sido tan amable de
enviarme el artículo que escribió para LNE (30/06/2012) sobre el alcance
histórico-arqueológico del solar de la antigua Fábrica de Armas de la Vega.
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Es
de dominio público en Oviedo que el solar ocupado actualmente por la fábrica de armas de la Vega posee una larga
trayectoria histórica, sobresaliendo el hecho de la ubicación en él, hasta las
décadas centrales del s. XIX, del famoso monasterio de Santa María de la
Vega, que fundara a mediados del s. XII Doña
Gontrodo Petri, noble asturiana, que había sido amante del rey Alfonso VII de
León, de cuya unión nacería la también famosa Urraca “La Asturiana”. Sin
embargo de lo expuesto, el análisis de los datos que expondremos a continuación
va mucho más allá, revelando una realidad de enorme proyección y trascendencia
histórica, lo que debe servir de aviso tanto a los ciudadanos como a los
poderes públicos responsables del uso que se dé a dicho solar en caso que,
finalmente, llegue a trasladarse la producción desde la ubicación actual a la
cercana fábrica de Trubia.
Algunos
investigadores, en los últimos años, venimos realizando estudios sobre los
primeros siglos de la historia urbana de Oviedo caracterizados por un enfoque
globalizador que partiendo de los monumentos y analizando su contexto
histórico-espacial y los usos sociales asociados al mismo, pretenden mostrar
una visión de conjunto de la que, hasta
ahora en muchos casos se carecía. Esto, al final, se revela de utilidad para la
consecución de una visión global de la antigua “caput regni”, y su
caracterización, que se muestra muy alejada, y bastante más compleja de aquella
consistente en la tradicional imagen de “ciudad regia”, que nos ha vendido, de
modo persistente hasta el día de hoy, la historiografía tradicional.
En
1993, en el marco de las sucesivas campañas de excavación de la fuente de
Foncalada, surgió, de modo espontáneo un grupo de trabajo, asumiendo quien esto escribe, entre
otras, la tarea del estudio del entorno
espacial del monumento y la caracterización de sus diversos usos por el
colectivo humano ovetense de entonces.
Aunque
no era el propósito central del trabajo, el estudio documental pronto reveló que el espacio de Foncalada
estaba en relación no tanto con la ciudad –como resulta obvio-, como con una
realidad espacial global y específica de la que formaba parte.
Efectivamente, los documentos utilizados
para el rastreo de los usos de los terrenos circundantes al monumento revelaban
que la propiedad de los mismos había cambiado de manos a partir de dos únicos propietarios: por un lado la corona,
representada por una serie de monarcas que entre los siglos IX y XII realizan donaciones que pueden ponerse en
relación con el monumento, comenzando con Alfonso III, que dona en 896 la
iglesia de San Julián (Santullano), sus palacios y baños a la catedral de San
Salvador, y finalizando con Alfonso VII
, que dona en 1133 al monasterio de san Vicente una importante porción de
terreno situada al NE. de la fuente de Foncalada, limitada al N. por la vía
romana a Gijón (actual calle de Pumarín), y al E. por la antigua salida hacia
Avilés desde Oviedo, rúa de la Noceda (actual calle de Martínez Vigil); por
otra parte, la catedral de San Salvador, que había detentado la propiedad
masiva de los terrenos inmediatos al propio monumento de Foncalada, los cuales
a finales del s. XIII habían cambiado de propietarios, repartiéndose entre los
monasterios de San Vicente, San Pelayo, y la Cofradía de Recasto, subsistiendo
también algunas huertas de propietarios
particulares.
Esta
es la situación que se advierte, de la lectura y análisis documental de las
fuentes escritas, a finales del s. XIII. Rastreando el origen de esta
fragmentación, llegamos a la conclusión de que toda la subsiguiente división
patrimonial de los terrenos situados alrededor de la fuente, desde el entorno inmediato
del monumento hasta la iglesia de Santullano, se había realizado partiendo de
un único propietario: la corona. A poco que se rastree la documentación de los
primeros siglos medievales, se encuentran además numerosas pruebas que indican
que el patrimonio fundiario de los reyes asturianos en la zona iba mucho más
allá: en 812 se realiza la donación de Alfonso II a San Salvador y su obispo,
del conjunto de edificios comprendidos en el atrio catedralicio –esto es, la
ciudad episcopal-, su muralla defensiva y otros servicios, como el acueducto;
también encontramos en la documentación medieval continuas alusiones a la
“llosa del obispo”, que un documento tardío nos ubica con precisión al S. de la
vía romana a Siero, a la altura de la “pedrera de Mercado”, esto es, en la
actual calle de la Tenderina frente al palacio de deportes. Por otra parte, el
15 de abril de 869, Alfonso III dona al presbítero Sisnando la iglesia y villa
de Santa María de Tiñana, que había sido del rey Don Pelayo. Sin entrar en la
crítica documental, el fondo del asunto delata la existencia de propiedades
regias extensas e importantes en el solar del Oviedo primitivo y sus
alrededores, siendo perfectamente posible reconstruir a partir del análisis
documental la realidad de un extenso dominio regio que comprendería tanto la
colina “Ouetdao” como una extensa franja de terreno alrededor de la misma. Este
dominio fundiario habría pasado de unos monarcas a otros –como revela el
documento de Tiñana-, de acuerdo a lo establecido en el Libro II, Título I “De
los Príncipes”, del “Liber Iudiciorum” (vigente desde 654), comenzando a
disgregarse ya con las donaciones de Alfonso II al episcopado ovetense,
continuando con las de Alfonso III al mismo beneficiario, y culminando con las
de Alfonso VII a San Vicente y la fundacional del monasterio de Santa María de
la Vega.
En
resumen, y según la documentación estudiada en nuestra investigación, el
dominio regio al que nos venimos refiriendo, se integraría, como mínimo, en
primer lugar por la propia colina donde se asienta la “civitas episcopal” de
Oviedo (Ouetdao), donada por Alfonso II a la sede de San Salvador en 812; por
un conjunto de terrenos limitados al O. y N. por la vía romana que, pasando por
Foncalada y Pumarín, se dirigía a Gijón (vía A.1.), y al E. y S. por la que se
dirigía a Siero por la Tenderina (vía A.2.). Esta extensa franja de terreno,
que tenemos documentado alrededor de la ciudad por sus lados N. y E. se
extendía probablemente aún más al S., como se desprende de la ubicación de la
“llosa del obispo”, comentada anteriormente, y, posiblemente, también al N. de
la vía a Gijón, ya que en la zona de Pumarín se documenta en el s. XIII otra
extensa propiedad del monasterio de Santa María de la Vega, entre dicha carretera
y el lugar de Villamexil. Además, por el E., y en dirección N.-NE., se
encontraban divididos por otra vía, trazada, presumiblemente también en época
de Alfonso II, para acceder a Santullano
desde la ciudad y el palacio (vía A.3.).
De
la disgregación paulatina, y muy dilatada en el tiempo, de este amplio dominio
territorial, se desprenden conclusiones de importante trascendencia
histórico-patrimonial para la ciudad de Oviedo, ya que su análisis permite la
resolución de importantes problemas históricos relacionados con los primeros siglos
de su historia urbana. La segregación
parcial del mismo comienza ya bajo el
reinado de Alfonso II, que dona al episcopado los terrenos en los que se
asienta la ciudad episcopal (a), y presumiblemente la mencionada “llosa del
obispo” (b). Las siguientes noticias de segregación de otra parte de este
extenso “fundus” datan de 896, cuando Alfonso III dona a la sede de San
Salvador y su obispo la iglesia de San Julián (c), “con sus palacios, baños, y
triclinios…”; en 905 el monarca confirmará tal donación, donde la iglesia de San
Julián aparece ya mencionada como “monasterium”. Del hecho de que Foncalada
(d), fue también donada a San Salvador, da testimonio la masiva presencia de
propiedades de la diócesis en el circuito completo de la fuente, abriéndose la
sugerente posibilidad de que los baños de Foncalada fueran unos de los
edificios donados a San Salvador en 896, y que, por tanto, pudieran formar
parte del palacio real de Alfonso II, que como veremos inmediatamente, queda
concretamente localizado en un punto estratégico del dominio territorial.
Hasta
el primer tercio del s. XII no existen testimonios documentales referidos a
nuevas separaciones de porciones del conjunto territorial suburbano patrimonio
de la corona, pero en 1133 Alfonso VII dona al monasterio de San Vicente de
Oviedo una gran franja de terreno al E. de Foncalada, delimitada al N. y al S.
respectivamente por la vía a Gijón por Pumarín, y por la vía a Santullano (d);
a la vez manda comisionados que sitúen
“fissos”, para separar la parte donada del resto del predio, que constituía la mayor parte del mismo, que
se reserva para sí en este momento (e1 y e2), y sobre la que se fundará el monasterio
de la Vega en 1153, es de suponer que previa donación a su patrocinadora, Doña
Gontrodo Petri.
A
través de la documentación de dicho cenobio sabemos que la propiedad fundiaria
del monasterio inmediata al mismo constaba de dos grandes franjas de terreno
separadas por la citada vía que bajaba de Oviedo a Santullano. El primero de
ellos (e1), limitaba al N. con dicha vía (Martínez Vigil), y al S. con la vía para
Siero (Tenderina), comenzando al O. en el lugar en que se cruzaban ambas (final
de la actual travesía de Adelantado de la Florida), y llegando por el E. hasta
la mencionada “Llosa del obispo”; fue en esta zona donde se ubicó el edificio monástico,
que tenía su entrada en las cercanías del cruce de ambas vías, y donde hoy día
se ubica el conjunto de la fábrica de armas de La Vega. La segunda porción de
terreno (e2), era el resto de la “senra” que Alfonso VII se había reservado
para sí en 1133; situada al N. de la vía que bajaba a Santullano, lindaba al O.
con Foncalada y la propiedad de San Vicente, y al N. con la vía a Gijón (calle
de Pumarín), llegando por el E. hasta los terrenos de la iglesia de Santullano;
es la conocida en la documentación como “senra grande” del monasterio, y actualmente está
mayoritariamente ocupada por viviendas y viales (rotonda de la Cruz Roja,
avenida del General Elorza…).
De
las dos parcelas analizadas es aquella en la que se ubicaba el monasterio del
s. XII -cuya historia documental y valores artísticos han sido bien estudiados
por diversos autores-, la que merecerá nuestra atención, como colofón de este
trabajo, pues en la misma, y bajo el monasterio medieval, se ubicaba el conjunto
palatino de Alfonso II, residencia del monarca, con seguridad, después que en
812 donara el conjunto de edificios de la colina “Ouetdao” a la sede episcopal
de San Salvador.
Las
crónicas de época del Reino de Asturias señalan claramente la ubicación del
palacio de Alfonso II en las cercanías de la iglesia de San Julián y Santa
Basilisa (Santullano): “a menos de un estadio” (Crónica de Alfonso III, versión
“Ad Sebastianum”), medida clásica que oscila entre los 160 – 185 m aproximadamente.
Esto imposibilita la ubicación de dichos palacios en el recinto de Oviedo -en
el costado S. de la Catedral de San Salvador, ubicación preferida por la
historiografía clásica sobre el tema-, como se desprende del análisis de las
distancias, medidas en estadios, entre las principales localidades mencionadas en
la documentación (Cuadro 1).
Tomando
como centro la iglesia de Santullano, y trazando una corona circular cuyos
radios marquen la longitud mínima y máxima del “Stadium”, quedará delimitada
dentro de la misma, el área, todo alrededor de la iglesia, donde tuvo que
encontrarse el palacio, que ha sido localizado con precisión por los arqueólogos
César García de Castro Valdés y Sergio Ríos González, combinando el uso de este
sencillo instrumento gráfico con el análisis espacial del dominio territorial
que hemos definido, en el solar actualmente ocupado por la fábrica de armas de
La Vega, donde se ubicó el antiguo monasterio de Santa María La Real de la Vega
hasta su desamortización en el s. XIX.
Esta
localización debe ser tenida por segura, pues no puede ser casual que,
precisamente, esta ubicación fuera la última porción del dominio regio retenida
por los monarcas, que además tenía su entrada –donde pensamos se ubicaría
igualmente la entrada del palacio, en el lugar de la entrada principal de la
fábrica de armas-, delante de la vía que descendía de la ciudad hacia
Santullano, siguiendo después hacia Avilés, datándose dicha vía con toda
probabilidad en tiempos de Alfonso II, con una clara funcionalidad en relación
al palacio y la iglesia de San Julián.
En
cuanto a la posible configuración del palacio, hemos de pensar que se
desarrollaría a partir de una posible entrada monumental ubicada en
coincidencia con la actual de la fábrica de La Vega, como una serie de
pabellones aislados, dispersos más o menos alrededor de un núcleo central
representativo “aula”, conteniendo los diversos servicios: almacenes,
alojamientos de la guardia y servidumbre, caballerizas, baños…, todo ello
dentro del amplio solar en que se ubica la fábrica de armas.
Por
tanto, y para concluir debemos señalar que Oviedo -ciudadanía y poderes
públicos-, se encuentra ante una gran
responsabilidad patrimonial, asociada a
una gran oportunidad de mejorar el conocimiento de su configuración
urbana en la Alta Edad Media –ya que creemos probable la conservación de restos
apreciables de los palacios reales-, a través de la adecuada gestión
urbanística del solar que garantice la conservación y puesta en valor de los
previsibles restos que se localicen en el mismo, que, de aparecer, constituirían
un raro patrimonio, pues resulta muy escaso el repertorio de conjuntos de esta
clase en la Alta Edad Media de toda Europa, con lo que ello supondría para
completar de modo sobresaliente la oferta del patrimonio perrrománico ovetense,
indudable polo de atracción turístico-cultural de la ciudad.
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