Conocer los entresijos del interior de
un convento de clausura resulta usualmente complicado, de no ser porque, a
veces, la necesidad hace lanzar los ecos más profundos del seno de una
comunidad hacia el exterior, en este caso a través de un llamamiento de ayuda a
los ciudadanos, por parte de las monjas clarisas desde su convento en
Villarrobledo.
La iglesia de Santa Clara, que
contiene en su interior la más preciada joya, en este caso espiritual, de la
comunidad como es la Virgen de la Teja necesita urgentemente obras de
restauración. El grito de las monjas se manifiesta en unos pequeños carteles
que han distribuido en las parroquias y en los lugares que su red de
comunicación les permite. En ellos se puede leer "los tablones se han
abullonado, las tejas se han corrido y el agua ha calado la bóveda
central".
Para ello han solicitado la ayuda del
exterior, ya que en su seno no son pocas las carencias que se viven. De hecho,
la crisis sacude a los conventos de clausura con gran virulencia y el fenómeno
comienza a estar demasiado extendido.
En el año 2000 se llevó a cabo una
obra de gran envergadura de reestructuración de todo el edificio conventual.
Eran otros tiempos, también en lo económico. Entonces, relatan las monjas, el
convento realizaba pequeños trabajos al exterior, colaborando con empresas
textiles en trabajos de bordado y cosido, aunque no pocas circunstancias han
cambiado. Con la crisis ya no hay encargos y las monjas ya no trabajan, eso por
no hablar de la inexistencia de subvenciones. Además, el paso del tiempo ha
hecho mella en sus moradoras y la mayoría están jubiladas, e incluso enfermas,
no pudiendo dedicarse a labores manuales.
Una crisis económica amplificada por
una crisis generacional que 13 años después de aquella obra impide que las
nueve monjas que lo habitan puedan llevar a cabo una simple reforma del
retejado. Por estas razones han llevado a cabo este llamamiento urgente.
Literalmente se les cae el tejado encima.
Subasta de un cuadro
El convento de Santa Clara no alberga
en su interior grandes tesoros que no sean de tipo espiritual, pero, necesidad
obliga, e incluso se ha planteado la posibilidad de subastar uno de sus cuadros
para conseguir los 1.000 euros que pudieran costarle las obras. No es una obra
artística de gran valor, ya que la mayoría de los bienes del convento se
perdieron durante la Guerra Civil. Además, ellas no se han caracterizado
precisamente por malbaratar su patrimonio, y de hecho lucharon por mantenerse
en su edificio, mientras que otros similares desaparecían en pleno
desarrollismo.
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Allí han estado durante más de 400
años, exclaustraciones puntuales aparte, y han logrado que la ciudad conserve
una parte importante de su patrimonio monumental, para disfrute de fieles o de
simples amantes de la historia. Aunque su joya más singular es hoy la Virgen de
la Teja, una imagen que se autogenera en un trozo de teja en lo que los fieles
consideran un milagro en pleno desarrollo y que cuenta con una curiosa
historia. Su veneración ha llegado a ser internacional existiendo no pocos
devotos de esta virgen por todo el mundo, especialmente en Estados Unidos,
donde se le celebraba una novena desde hace tiempo, cuando incluso en el propio
Villarrobledo se había perdido la costumbre.
Y es precisamente la iglesia donde se
expone esta Virgen la que peligra, por la necesidad de arreglar otras tejas,
las de arriba, que están provocando que la estructura se dañe. A buen seguro
que esta llamada no pasa desapercibida y los devotos de la virgen, y los
villarrobledenses en general, apoyarán esta solicitud. A veces el problema está
unido sencillamente a la propia reclusión, ya que no siempre resulta fácil
hacer llegar el mensaje a la ciudadanía. Devoción, amor por el patrimonio local
o simplemente humanidad hacia un colectivo de difícil acceso son razones más
que suficientes para contribuir con una causa siempre justa.
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