«Cada vez que pasan por aquí evitan
mirar porque dicen que les duele el corazón». Ese es el sentimiento de los
antiguos propietarios de la alquería del Rei, en el barrio de Campanar.
Expropiada para la ampliación del Bioparc hace varios años, está actualmente
rodeado por matorrales que casi la tapan, en ruinas y ocupada ilegalmente por
varias personas que malviven entre los históricos muros medievales.
El arquitecto
Miquel del Rey data los edificios rurales que recaen a la avenida Pío Baroja en
el entorno de los siglos XV y XV, aunque sus orígenes son anteriores. El
presidente de la asociación de vecinos de Campanar, Eduard Pérez Lluch, quien
rememoraba de esa manera el sentir de los propietarios, acusa de la ruina
directamente a la empresa concesionaria del zoológico, al ayuntamiento y a la
Conselleria de Cultura, que «miran para otro lado».
La alquería
está catalogada como Bien de Relevancia Local por sus valores arqueológicos y
patrimoniales, aunque en la actualidad dista mucho de ser un monumento. «Ya nos
pasó con la alquería de Nel.lo el Xurro», dijo Pérez Lluch recordando un
inmueble protegido derribado hace unos meses al ser declarado en ruina por los
bomberos, a pesar de que también estaba protegido. Con esto pronosticó lo que
pasará con la alquería del Rei dentro de un tiempo, al estar paralizada por
completo la ampliación del Bioparc.
«Junto a la
alquería de Fonda en Poble Nou, estamos hablando de una de las más valiosas de
la ciudad», aseguró el dirigente vecinal. Según acreditan los expertos «data de
tiempos algo posteriores a la Reconquista cristiana y la planta procede
directamente de las masías del Ampurdán», en referencia a los repobladores de
la Valencia musulmana.
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La alquería
tiene todavía puerta. Ayer a media mañana, uno de sus ocupantes echó la
cerradura antes de salir de la parcela empujando un carrito de supermercado
para buscarse la vida rebuscando en los contenedores de basura. A escasa
distancia, al otro lado del acceso al Bioparc en dirección al puente 9
d'Octubre, hay una buena provisión de materiales de obra, desechos de la
construcción del propio parque de Cabecera. En un solar de grandes dimensiones
y que llega hasta la entrada al auditorio al aire libre que acaba en las
inmediaciones del lago, hay montañas de escombros, tuberías, sacos de plástico
y piedras que sirvieron para los ribarzos característicos del gran jardín.
Sobre la
alquería, en la ficha del catálogo del Plan General se puede leer que alrededor
de la alquería original se fueron añadiendo edificios de servicios y casas de
colonos. «Nos presenta un interesante ejemplo de planta basilical, con naves en
profundidad; un ejemplo propio de estas arquitecturas tan características de la
Valencia agraria de los siglos XIV al XVI», indica.
La alquería
tuvo una restauración en el siglo XVIII y otra más reciente. Pérez Lluch
recordó la recuperación de «un suelo de guijarros en la puerta de casa, un pozo
y un arco». La familia propietaria se trasladó «con lo poco que le dieron y
tuvieron que recurrir» a una vivienda en la pedanía de Poble Nou.
El portavoz
vecinal dijo que Campanar «ha hecho un sacrificio muy grande para la Valencia
de Rita Barberá, somos los que más hemos dado y ahora miran para otro lado».
Tampoco ahorró críticas a la labor de los inspectores de la Conselleria de
Cultura. «Son también responsables de no hacer nada por la alquería».
Citó ejemplos
como el azud de Rascanya, declarado Bien de Interés Cultural, el máximo nivel
de protección patrimonial, también en un estado penoso de conservación y que ha
hecho prácticamente desaparecer la infraestructura hidráulica. También la
cercana alquería dels Frares, que cuenta con una valiosas pinturas murales que
recrean una batalla en la ciudad francesa de Salses ocurrida en el siglo XVIII.
Pérez Lluch comentó también la incongruencia de «no poner en valor esta huerta
y alquerías para el turismo, cuando está a diez minutos del centro de
Valencia».
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