El Palau de Tamarit y el Colegio de la
Seda son la cara y la cruz de la recuperación de patrimonio histórico.
Separados apenas unos metros, el Palau de Tamarit, residencia de una importante
saga de industriales sederos del siglo XVIII, ha sido rehabilitado por la
iniciativa privada mientras el segundo agoniza.
La rehabilitación por parte de la
iniciativa privada del Palau Tamarit, en pleno corazón de Velluters, ha dado
pie a un estudio del profesor de Geografía e Historia de la Universitat de
València Josep Vicent Boira que concluye que este edificio es prácticamente «el
único superviviente del trazado medieval de la histórica calle del Pilar». Los
planos antiguos cotejados por Boira en su estudio, entre ellos el del padre
Tosca de 1704, evidencian la profunda transformación urbanística que sufrió la
calle del Pilar, actual Roger de Flor.
El siglo XX, afirma Boira, ha sido
«cruel» con la calle del Pilar. «Una imagen aérea actual muestra la pérdida de
alineación de la vía, los numerosos retranqueos de edificios, la abundancia de
solares y la sustitución tipológica de su arquitectura».
Observar el imponente Palau Tamarit,
ahora rehabilitado como espacio social para la revitalización de Velluters,
desde sus distintos ángulos «da idea de cómo sería la populosa calle del Pilar
cuando comunicaba con las plaza dels Pertusa, desaparecida con la apertura de
la avenida del Oeste (Barón de Cárcer), explican los autores del libro «El
Palau Tamarit» editado por Fundacode para dar a conocer la intervención.
Fundacode, entre cuyos patronos se
encuentra Miquel Doménech, conseller de Economía con Joan Lerma, se constituyó
en 1994 con la finalidad de regenerar el tejido social de Velluters, un barrio
muy castigado por la prostitución y con un elevado índice de familias en riesgo
de exclusión.
La entidad buscaba una sede y adquirió
el palacio de los Tamarit, un edificio protegido pero muy deteriorado. De
fábrica de «vellut» y residencia de los Tamarit durante la época de esplendor
de la industria de la seda, el edificio pasó a una época de declive y acabó
convertido en uno de los burdeles más famosos de la ciudad.
La filosofía del proyecto era crear
focos de regeneración urbana y social en línea con las propuestas que se habían
puesto en marcha en los años 70 del siglo XX en ciudades como Berlín y
Rotterdam. Fundacode aprovechó las ayudas del plan Riva y del programa europeo
Urban para rehabilitar el Palau Tamarit, cuyo interior fue reconstruido casi
por completo.
El Palau Tamarit cuenta con una
superficie de 1.300 m2 distribuidos en cuatro plantas. El edificio cuenta con
una sala de exposiciones y espacios destinados a asociaciones, ONG y
actividades formativas. Además, dispone de un patio interior para eventos.
Junto con el objetivo social, la idea
era también recuperar el patrimonio histórico vinculado a la industria de la
seda. El Colegio de la Seda, en la calle Hospital, y el vecino Palau Tamarit
son casi los únicos referentes históricos de la industria sedera que quedan en
la ciudad. Son, además, la cara y la cruz de la recuperación del patrimonio
histórico. Mientras el Palau Tamarit se ha salvado de la ruina gracias a la
iniciativa privada, el Colegio de la Seda, de propiedad privada, sigue
esperando una rehabilitación. Gozar de la máxima protección patrimonial como
Bien Cultural le ha servido de poco al Colegio de la Seda, cuyo origen se
remonta al siglo XV.
La construcción de un aparcamiento en
la plaza Vinatea, pegado al Colegio de la Seda, provocó en diciembre de 2009
daños estructurales en el edificio, donde aparecieron enormes grietas que
obligaron a la Conselleria de Cultura a acometer obras de apuntalamiento y
consolidación urgente.
El archivo histórico, los suelos de
cerámica, la maquinaria, los tejidos y otros fondos del Colegio de la Seda, han
tenido que ser trasladados por las malas condiciones del edificio que lleva 15
años cerrado.
Aunque en el caso del Palau Tamarit no
fue así, el hecho de ser una propiedad privada parece que dificulta el acceso
del Colegio de la Seda a las subvenciones. La Concejalía de Cultura del
Ayuntamiento de Valencia está explorando fórmulas de gestión y titularidad
compartida que permitan acceder a las ayudas públicas.
Según el estudio de Josep Vicent Boira
sobre el Palau Tamarit, la planta del edificio es del siglo XVIII si bien la
parcela aparece documentada en el primer plano de Valencia, el de Antonio
Mancelli (1680). Este plano es uno de los pocos testimonios del parcelario
medieval de la calle del Pilar, antiguamente «de la Fosina» o «del Forn de la
Fosina», según el padre Tosca. La calle pasó a llamarse del Pilar tras la
construcción del convento del Pilar, cuya construcción supuso la apertura de
una plaza ex novo. Boira explica que la forma de L que tiene el conjunto
formado por la plaza del Pilar, la calle Maldonado y Torn del Hospital es la
trama propia de principios del siglo XVII.
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El Palau Tamarit estuvo a punto de ser
derribado muchas veces. El plan de apertura de la avenida del Oeste de Aymamí
(1910) proyectaba una alineación más ancha de la calle del Pilar que afectaba
de lleno al palacio. Las reformas urbanas de Arturo Martín (1889) también
ampliaban la calle y derribaban el palacio que, sin embargo, sobrevivió a todo.
Saga
de industriales sederos extinguida
El Palau Tamarit fue construido en
Velluters por una importante dinastía de empresarios sederos del siglo XVIII.
El profesor de la Universitat de València Ricardo Franch asegura que los
Tamarit €una dinastía ya extinguida€ desarrollaron su actividad durante casi
todo el siglo XVIII. Ascendieron desde las capas más humildes y llegaron al
estamento nobiliario. En su escudo, el detalle de una rueca recuerda sus
orígenes. Lorenzo Tamarit Ximeno, el primero de los miembros estudiados de la
familia, pertenecía a una familia de campesinos y pescadores de Russafa. Entró
de aprendiz en el taller de un maestro del arte mayor de la seda, condición a
la que accedió en 1730. De ahí, la familia pasó a comercializar los tejidos de
seda con el mercado colonial, lo que les hizo enriquecerse y ascender
socialmente.
Levante-emv
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