El que debería ser un edificio
emblemático de Valencia, por ser Bien de Relevancia Local, y de la policía, por
ser el cuartel más grande de la Comunidad Valenciana, es una mole en ruinas
donde trabajan más de 1.500 personas. Aunque con las obras que comenzaron en
noviembre del año pasado se le está dando un lavado de cara, esto no es
suficiente para que se pueda trabajar en buenas condiciones. Plantas clausuradas,
plagas de gatos, ratas, derrumbes y zonas impracticables es lo que los
trabajadores denuncian que se esconde tras las fachadas rodeadas de andamios.
El complejo de Zapadores, desde fuera,
es una antigüedad envuelta en tela de contención de escombros. Su muro
exterior, de ladrillos antiguos con aspecto terroso, está remendado con parches
de nuevo ladrillo rojo. El cuartel, construido en 1921, ha sido declarado Bien
de Relevancia Local por su valor arquitectónico e histórico, pero en el edificio
principal las ventanas con los cristales rotos evidencian un estado de
conservación que el Ayuntamiento de Valencia califica de “deficiente”. ¿El
problema? Los derrumbes.
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“Esa lona exterior no es porque
estemos en obras, que estamos, sino porque caen cascotes. Y caen también hacia
dentro”, cuenta un funcionario. Aunque los trabajadores afirman que nunca ha
salido nadie herido como consecuencia de los desprendimientos, en noviembre de
2010 las obras en un edificio colindante hicieron vencer el muro exterior que
rodea el cuartel y al caer hacia dentro destrozó cuatro coches de otros tantos
trabajadores.
Solo una quinta parte de las
instalaciones del cuartel está en uso. Los trabajadores dicen que el edificio
de la entrada nunca se ha utilizado porque está en mal estado. Pese a ello, en
la planta baja trabajan varias personas. Al traspasarlo se accede a un patio
abierto que se utiliza como aparcamiento de coches patrulla, furgones y otros
vehículos incautados en operaciones policiales. De frente, la joya de la
corona: un edificio en forma de H, cuya fachada está siendo reformada.
Cubierto de
andamios y entre ruidos de obra, del edificio solo se utiliza un ala
porque la otra está clausurada. Según cuenta un agente, la planta de arriba del
edificio de la H se utiliza como campo de entrenamiento de los guías caninos
para aprovechar el estado de ruina. Ventanas nuevas o reparaciones de las
goteras y el tejado son parte de los remiendos que han permitido que los
trabajadores sigan allí en condiciones de seguridad, pero según cuentan los
agentes, el interior no es un lugar agradable. “Sinceramente, yo no trabajaría
ahí si no fuera porque no me puedo negar a entrar a mi puesto de trabajo”,
afirma uno de ellos. “Cuando llueve se inundan los pasillos y se ponen palés,
que flotan, para que los agentes pasemos por encima”, cuenta. Los gatos, que se
han convertido en una plaga, crían, se meten en los vestuarios y generan
problemas. “En el vestuario de las chicas hay un olor a pis de gato que en
verano es insoportable”, asegura el agente.
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Una de las
escaleras que permiten acceder a las plantas superiores está clausurada y
requiere uso del casco a partir del tercer escalón. Tanto Jefatura como
Delegación de Gobierno en Valencia aseguran que no hay ningún riesgo para los
trabajadores y que el plan de prevención de riesgos laborales está bien
estructurado y se cumple debidamente. “Se quiso hacer un informe de bomberos y
no se les permitió la entrada. Pero estoy seguro de que los bomberos hubieran
hecho un informe totalmente negativo y se hubiera cerrado”, explica un agente.
“Si Zapadores fuera una empresa privada, Inspección de Trabajo lo clausuraría”,
concluye.
Desde 1987 el cuartel es sede de la
comisaría de policía del barrio, aunque posteriormente se ubicó también el
Centro de Internamiento para Extranjeros (CIE). El CIE no es una cárcel, pero
funciona como si lo fuese. El edificio, con aspecto de bloque prefabricado, se
construyó en 2004, costó más de tres millones de euros y, según cuentan los
agentes, desde el principio ha dado problemas por no estar diseñado para la
función que desempeña. “Menos mal que advertimos que los calabozos no eran
adecuados porque se escapó un detenido al poco de estrenar la comisaría”,
apostilla el agente, que recuerda que el interno se escapó forzando el falso
techo de los calabozos.
La cuenta de los remiendos del
complejo de Zapadores, algunos a cargo de la Jefatura, es abultada. A cargo del
Ministerio del Interior, consta la construcción del CIE en 2004 (3.021.923
euros), las obras en la cubierta del edificio de entrada en 2005 (186.798
euros) y la reforma interior del edificio de la Inspección Central de Guardia
en 2008 (643.519 euros). Los distintos partidos políticos han prometido
múltiples inversiones para realizar la reforma integral del cuartel. Desde los
30 millones de euros que prometió María Teresa Fernández de la Vega en 2008
hasta los cinco y medio que, aprobados durante el anterior Gobierno socialista,
se están gastando en la primera fase. El plan de rehabilitación integral, según
la Delegación de Gobierno, no peligra por la crisis y consta de cinco fases que
se completarán “en un plazo aproximado de siete años”. Solo el tiempo dirá si
estas son nuevas promesas para los viejos problemas de un cuartel en ruinas.
Noticias 2009
El
Gobierno invertirá cuatro millones en Zapadores.
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