Artículo de Lola Soriano
El mercado Central es la despensa de
Valencia, paso obligado de turistas y un gran recinto de productos frescos con
vocación de crecer, puesto que en breve comenzará a vender sus productos a
clientes de Europa. A pesar de ello, los vendedores de este edificio protegido
siguen padeciendo problemas ya viejos, como las humedades y goteras, unas
deficiencias que no se erradicaron con la restauración integral del recinto,
que se acometió en 2004 y que llegó a costar 15 millones de euros (el 50 por
ciento lo pagó el Ministerio de Vivienda y la otra mitad entre la Generalitat y
el ayuntamiento).
A fecha de hoy, el dinero de las
administraciones no fluye con la misma facilidad y son los propios miembros de
la asociación de vendedores los que están pagando las reparaciones de goteras
que van surgiendo. «Sólo en lo que va de año se han reparado entre ocho y diez
goteras. Hemos invertido cerca de 3.000 euros, pero todos los años van
surgiendo nuevas», confiesa Luis Roberto Doménech.
Tras la reforma integral, los vendedores
ya enviaron reclamaciones, acompañadas con fotos, a la empresa que realizó las
obras para que se repararan desperfectos, pero nunca hubo una respuesta
positiva. «Hemos comunicado en varias ocasiones al ayuntamiento que tenemos
problemas de goteras, pero no nos ofrecen soluciones», añade.
Desde la asociación de vendedores
detallan que son uno de los dos mercados de Valencia que se autogestionan,
«pero el mantenimiento del continente, es decir, el edificio, es
responsabilidad del consistorio, pero no hacen caso y nos dicen que no hay
dinero», asevera un vendedor del mercado Central.
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Los afectados van acumulando facturas
de las reparaciones realizadas a la espera de que se abonen. «Ahora también han
aparecido goteras en el sótano, en el aparcamiento de pescadería. Hay cuatro.
Dos de ellas las hemos reparado, pero hay otras dos que se han reconducido,
pero siguen estando», añade el comerciante.
No son pocos los vendedores que opinan
que cuando se hizo la restauración integral del edificio protegido, «se debió
de levantar toda la cubierta y poner tela asfáltica, porque hoy reparamos una
gotera y al poco tiempo sale otra», explica un vendedor de fruta. Un pescadero,
Pascual Delma, apunta que «cuando llueve, cae mucha agua. Se cuela por los
pilares de hierro y va salpicando. Estamos hartos de comunicarlo a las
autoridades».
En bastantes puestos de pescadería, y
en algunos puntos de la zona de frutas y verduras, han tenido que improvisar
unos paneles de plástico para ponerlos en el techo de las paradas y así evitar
que el agua se acumule «porque me estaba estropeando los motores del
frigorífico y el agua ya me ha arrancado tres pesos», indica una empleada de
Mariscos Conchín. «No sabemos si nos entra por las juntas de las vidrieras o
por las tejas, pero a mi también me ha roto varios pesos y se cuela el agua en
los conductos de la luz. Es un peligro», añade Ana Sellés. «Yo también me he
tenido que pagar el nuevo peso y el plástico porque aquí todo va a costa del
vendedor», comenta Francisco Tejero.
En la frutería Ros, que está junto a
la cúpula del mercado, explica que hay partes de la parada «donde no puedo
poner fruta porque se moja. Y en invierno me toca poner paraguas para que no se
me mojen las clientas».
Pero los problemas no acaban con las
goteras. En buena parte de las cubiertas salta la pintura, hay plantas que
crecen en la fachada «y se quemó parte de la fachada recayente a Barón de
Cárcer, cuando ardió un quiosco próximo, y la piedra de la fachada sigue negra
y sin arreglar. Y en una de las ventanas tenemos que poner un cartón para que
no queme el sol», afirma el gerente. Todo ello, por no hablar de las máquinas
de aire acondicionado que el ayuntamiento tiene pendiente reponer, ya que ahora
están en fase de estudio técnico.
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